News
Migrantes LGBTI en Tijuana ‘buscan una oportunidad para vivir’
Miles de personas en la ciudad mexicana deseen entrar los EEUU


Melani Sofía Rosales Quiñones, una mujer transgénero de la Ciudad de Guatemala, fue golpeada, amenazada y discriminada en su país por el solo hecho de sumir su verdadera identidad de género. (Foto del Washington Blade de Yariel Valdés González)
TIJUANA, México — A Melani Sofía Rosales Quiñones, una mujer transgénero de la Ciudad de Guatemala, la esperaba una banda de homofóbicos a la vuelta de su casa. Era julio de 2017 y al pasar junto a ellos les dijo: Buenas noches y solo eso fue el pretexto para una agresión atroz.
“Me golpearon con bates y palos”, narra ahora Melani. “Me quebraron la mandíbula y el maxilar izquierdo. Estuve tres días sin despertar en el hospital y luego de 15 días me hicieron una cirugía para reconstruirme el rostro. Me pusieron placas y tornillos. Estuve cuatro meses en recuperación”.
Un año antes, las pandillas, que enferman de odio y violencia a medio Latinoamérica, codiciaban su casa como depósito para drogas. Su madre nunca aceptó e interpuso una denuncia por el acoso de las también llamadas “maras”.
“Saliendo de la policía llaman a mi mamá y la amenazan. Le dicen que con ellos no se jugaba y matan a mi hermano menor de 15 años”, ella dice.
Melani cuenta parte de su vida al Washington Blade desde una casa de acogida en el centro de Tijuana, donde momentáneamente amparan a los miembros LGTBI de la caravana migrante, que llegaron a esta ciudad fronteriza unas semanas atrás con el objetivo de solicitar asilo político en los Estados Unidos, una nación en la cual piensan vivir sin temores y con prosperidad económica.
Los migrantes LGTBI, al igual que la caravana, se han dispersado por toda la frontera norte del país. Lo que antes de llegar a México era un grupo compacto, que enfrentaba ofensas y malos tratos de la propia caravana, hoy no son más que pequeñas y débiles fuerzas dispersas en Tijuana, Baja California y Nogales, otro pueblo limítrofe con EEUU, perteneciente al estado de Sonora.

Atravesar este muro y llegar seguros a territorio estadounidense es el deseo de los miles de migrantes varados en Tijuana. Solo buscan una oportunidad de vida en los Estados Unidos. (Foto del Washington Blade de Yariel Valdés González)
Las historias detrás del sueño americano
No es la primera vez que Melani se lanza en dirección norte para tocar suelo estadounidense. En mayo de este año “subió” a Tijuana con otra caravana pero otra agresión le postergó el anhelo. “Me llevé una gran decepción porque oficiales de Tijuana me golpearon cuando me dirigía a la garita de El Chaparral. Luego, fui al hospital y puse una denuncia a los policías en Inmigración”, dice Melani.
Entonces Melani retornó hasta un pueblito entre Guatemala y México, “en territorio ‘nulo’”, dice con la ilusión de que, en algún momento, volvería a caminar hacia su sueño americano. No podía volver a Guatemala, pero tampoco a Tijuana. Por esa época se volvió casi ermitaña. Ella, una chica extrovertida y sociable, vivía alejada de la gente. “Trabajaba en una panadería y de ahí para mi casa. Sin decir alguna palabra, sin saludar”, añade.
Melani huía de una Guatemala donde la violencia se percibe como natural y se manifiesta más aguda contra las comunidades LGBTI. Allí soportan “insultos, sobornos, detenciones arbitrarias y agresiones físicas, que no pocas veces terminan en asesinatos, pero que no se denuncian por temor a las represalias. Las personas LGBTI viven con miedo y no cuentan con redes de apoyo comunitario que les ayuden a enfrentar los escenarios violentos en que habitan”, especifica un diagnóstico sobre la situación de esta comunidad en cuatro países centroamericanos.
Un total de 39 mujeres trans, como Melani, fueron asesinadas de enero a julio de 2017 en Guatemala, según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, ubicando a la nación en el puesto número seis dentro de la lista de países de América Latina y el Caribe con mayores cifras absolutas de personas trans asesinadas.
En Honduras, por otra parte, 40 personas LGTBI han muerto entre 2007 y mayo del presente año, indicó en un comunicado el estatal Comisionado Nacional de los Derechos Humanos en Honduras (Conadeh). Cattrachas, una red lesbiana feminista, indica que 288 personas LGBTI han sido asesinados en Honduras entre 2009 y 2018.
No solo es una situación de inseguridad. Este colectivo en Honduras posee muy bajas posibilidades de empleo. Según reportó Infobae “no existen en el país antecedentes de ninguna persona trans que haya ingresado a un puesto de trabajo en una empresa privada o en una dependencia estatal”.
Amelia Frank-Vitale, antropóloga de la Universidad de Michigan, quien lleva más de un año viviendo en Honduras para estudiar temas de deportación, migración y violencia, confirmó al Blade que “las personas de la comunidad LGBTI están expuestas a todas las formas de violencia que vive cualquier persona en Honduras, que es la mayoría de la población urbana, joven y pobre, pero además están discriminadas, estigmatizadas por su orientación sexual y en muchos casos el Estado está ausente en temas de justicia. Es siempre más crítico para la comunidad LGBTI”.
De esa situación vienen huyendo Alexis Rápalos y Solanyi, dos identidades que habitan un mismo cuerpo robusto de 38 años. En la entrevista con el Blade es Alexis quien habla. Lleva un gorro que cubre una cabeza casi sin pelos y las palabras apenas le salen.
Viene de una familia con bajos recursos y nos ha revelado que, desde los diez años, sufre el flagelo de la discriminación por las calles de su ciudad, San Pedro Sula, la que por cuatro años fue reconocida como la urbe más peligrosa del planeta. De nadie tuvo que despedirse, pues desde que murió su madre hace un año, vive solo.
Sastre y chef de cocina, trabajaba en un restaurante en su país natal, pero decidió sumarse a la caravana en busca de un futuro con más seguridad y una vida sin los sobresaltos de una homofobia generalizada.
Partió sin más que un pantalón y una camisa en su mochila y alcanzó la caravana en la frontera entre Guatemala y México. “Fui descubriendo amigos en la caravana”, refiere Alexis. “Y luego a la comunidad gay. Venimos luchando, peleando muchas cosas porque nos discriminan bastante, nos insultan”.
“El camino ha sido bastante duro”, sostiene Alexis. “A veces nos quedamos dormidos en lugares muy fríos, con tormentas. Yo me enfermé de la gripe con una tos horrible, pero gracias a Dios nos han ayudado con medicinas, con ropa”.
Arribaron a Tijuana pidiendo jalón (auto-stop), a ratos en autobuses y suplicando por la caridad ajena para comer. “Llegamos al albergue que había en la Unidad Deportiva Benito Juárez, pero nosotros estábamos en nuestro grupo aparte. Nos han tratado bien, con ropas, medicinas, comida”, insiste como tratando de agradecer días atenciones recibidas.
Hasta ese albergue, donde las condiciones de insalubridad y hacinamiento eran una constante, los persiguió la homofobia que viaja con algunos de sus coterráneos y los ubica en una posición aún más desfavorable que la del resto. Alexis detalla que eran abucheados en las filas para los alimentos y hubo ocasiones en las que no los dejaron comer. La situación se repetía en las frías duchas a la intemperie, donde la privacidad era un lujo impensable.
Allí, junto a los casi 6.000 centroamericanos que llegaron a aglomerarse en el albergue habilitado por las autoridades de la ciudad, sintió la crudeza del frío de madrugada, durmió en la calle porque no tenía una carpa que lo protegiera y la inusual lluvia de la temporada le humedeció hasta el alma cuando vio empapadas sus pocas pertenencias.
“En el albergue (Benito Juárez) sí pasamos humillaciones, críticas, hasta nos hicieron quitar la bandera gay. Recibimos mucha discriminación, nos dicen que no podemos hacer la misma fila para la comida y para el baño nos dejan de últimos y aquí (Enclave Caracol, nuevo albergue) nos están apoyando demasiado, nos dan nuestro lugar, tenemos baño aparte y todo”, comenta Bairon Paolo González Morera, un gay guatemalteco de 27 años.

Los integrantes de la caravana LGTBI estuvieron a su llegada a Tijuana en la Unidad Deportiva Benito Juárez, un complejo deportivo convertido en albergue. Allí también fueron discriminados por sus coterráneos. Les hicieron quitar la bandera gay. No los querían en las filas para la alimentación y los dejaban de últimos en las duchas públicas. (Foto del Washington Blade de Yariel Valdés González)
Cuenta Bairon que se travestía por las noches y ejercía la prostitución como Kiara Paola, una actividad que le dejó varias cicatrices en su cuerpo. “Yo me dedicaba a trabajar para llevarle comida a mi hermano gemelo y al más pequeño”, dice. “Ahí mi familia se enteró que era gay. Mi madrastra me discriminó y mi papá no me apoyó y hasta hoy día estoy luchando por mi bienestar, a pesar de que me han dado trabones en la espalda y en diferentes partes de mi cuerpo, pero he salido adelante”.
Vivía solo y constantemente era extorsionado, por lo que decidió unirse a la caravana. Cuando los migrantes arribaron a México, ya trabajaba en un restaurante en Tuxpan y no pensó dos veces unirse a la caravana, que en opinión de la experta en migraciones Frank-Vitale es “un movimiento de desobediencia civil contra un régimen global … La caravana es la forma que se ha reconocido que se puede cruzar México sin estar tan expuesto a los grupos criminales, las autoridades corruptas y sin pagar un coyote para buscar una oportunidad de vivir”.

Paolo González Morera, un gay guatemalteco de 27 años, ejercía como trabajador sexual en su país y constantemente era extorsionado y maltratado por su orientación sexual. (Foto del Washington Blade de
Yariel Valdés González)
A la espera del asilo
Una larga fila se ha formado a las afueras del Enclave Caracol, un espacio comunitario ubicado en la calle primera, en el centro de Tijuana, que ha acogido a esta fracción de la caravana LGBTIQ, que llegó semanas después de la primera.
Bajo unas carpas, los propios migrantes se organizan para repartir la comida que ellos mismos han preparado en el interior del edificio, que semanas antes también brindó su espacio para el matrimonio de varias parejas gays.
Nacho, quien prefirió solo presentarse así, es colaborador de Enclave Caracol, y dijo que están apoyando “a la comunidad con la alimentación y agua, el uso de baño, acceso a Internet, uso de teléfonos para que puedan llamar prácticamente a cualquier parte del mundo y en algún momento ha funcionado como albergue”.

En el Enclave Caracol, son los propios migrantes quienes han cocinado y organizado la vida allí. Con las donaciones de la sociedad civil de varias ciudades ha sido posible mantener a las decenas de ellos que
allí se resguardan. (Foto del Washington Blade de Yariel Valdés González)
En los primeros días de auxilio a estos desplazados eran los trabajadores del lugar quienes cocinaban gran parte de los alimentos y garantizaban la limpieza. Pero, dice “poco a poco se han ido involucrando personas de la caravana. Actualmente ninguna persona del Enclave ha estado en la cocina. Estas últimas semanas hemos recibido donaciones y también hemos ido a los mercados por la merma y la limpiamos, la procesamos y se cocina. Ellos mismos están organizando la limpia y entrega de la comida”.
Nacho declaró que varias personas de la sociedad civil de Los Ángeles, San Diego y de la propia ciudad de Tijuana aportan dinero, comida, voluntariado, productos de limpieza, platos y vasos desechables para aliviar la tensa situación que se vive ahora mismo por la llegada de miles de migrantes a esta urbe fronteriza, muchos de los cuales no han iniciado su proceso de asilo político.
Y es que, al decir de la académica Frank-Vitale, este proceso se ha puesto intencionalmente difícil en EEUU. “Hay una lista muy larga de personas que solicitan el asilo, que se han entregado en la garita y buscan seguir el proceso correcto, bajo la ley internacional”, dice. “Se ha dicho que van a tener que esperar hasta dos meses para tener la oportunidad de hablar de su caso, y eso para personas vulnerables, que huyen de una persecución, que viven bajo la lluvia, el frío, a la intemperie todo ese tiempo, la verdad es una crisis humanitaria fatal”.
“A veces uno se desespera porque no hay un lugar estable. Nos vamos de aquí para allá. Dicen que hoy nos van a llevar para otra casa para esperar a los abogados que nos van a ayudar con los papeles”, dice esperanzado Alexis.
Sin embargo, Melani es más realista al comentar sobre su petición de asilo: “La situación de nosotros está un poco difícil porque siguen llegando muchas personas. Donald Trump cerró la frontera y el trámite está muy complicado. Por eso las personas van a la frontera a meter presión”.
Frank-Vitale considera que el actual sistema de asilo debe cambiar para reconocer las formas modernas de violencia y persecución a las que se ven expuestas las personas y en especial los grupos LGTBI. “Tomando todo eso en cuenta, sí es posible. Hay casos de Centroamérica que entran perfectamente en el sistema, siempre y cuando tengan realmente el temor por sus vidas en sus países y mucha gente tiene un miedo muy verdadero”.
Ese temor, que ha colmado gran parte de la vida de Melani, la acompañará, incluso, en territorio norteamericano, pues en “la caravana anterior había una chica que se llamaba Roxsana, quien murió porque tenía VIH, pero la autopsia reveló que había sido agredida por los oficiales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de Estados Unidos”.
La primera autopsia realizada en Hernández, una mujer trans hondureña con VIH que murió bajo custodia de ICE en Nuevo México el 25 de mayo, menciona la causa de muerte como un paro cardíaco. La segunda autopsia a la que se refirió Melani muestra que Hernández fue golpeada, pero no identifica las personas que la atacaron mientras estaba bajo custodia.
La autopsia original realizada en Hernández, una mujer trans hondureña con VIH que murió bajo custodia de ICE en Nuevo México el 25 de mayo, menciona la causa de la muerte como un paro cardíaco. La segunda autopsia a la que se refirió Melani muestra que Hernández fue golpeado, pero no identifica quién la atacó mientras estaba bajo custodia.
El tema ha llegado hasta el Senado estadounidense, pues tres senadores invitaron recientemente al Servicio de Aduanas e Inmigración y Aduanas y Protección de Fronteras de EEUU a entregar documentos relacionados con el caso de Roxsana, una mujer trans hondureña con VIH que murió bajo su custodia el año pasado.
Pese a todas estas situaciones, pese a un presidente xenófobo que comanda al otro lado, pese a un poderoso ejército atrincherado en la frontera, pese a las largas filas para ser escuchados, pese a la incertidumbre constante, Bairon se mantiene firme en su decisión: “Ya estamos acá. Con tanto trabajo que nos costó, yo no regreso”.
Ya sabemos por qué.
Israel
Activist recalls experience in Tel Aviv after Israel-Iran war began
Marty Rouse was part of Jewish Federations of North America Pride mission

A long-time activist who was in Israel last month when its war with Iran began has returned to D.C.
Marty Rouse traveled to Israel on June 6 with the Jewish Federations of North America. The 5-day mission ended the night before the annual Tel Aviv Pride parade was scheduled to take place.
Mission participants met with Israeli President Isaac Herzog and several LGBTQ activists in Tel Aviv and Jerusalem. They visited the Western Wall, the Nova Music Festival site, and Nir Oz, a kibbutz in southern Israel that is less than a mile from the country’s border with the Gaza Strip. Mission participants also visited Sderot, a city that is roughly a mile from the Hamas-controlled enclave, a veterans rehabilitation facility, a new LGBTQ health center and the Aguda: The Association for LGBTQ Equality in Israel in Tel Aviv.
Hamas militants on Oct. 7, 2023, killed upwards of 360 partygoers and kidnapped dozens more at the music festival that was taking place at a campground near Re’im, a kibbutz that is roughly 10 miles southwest of Nir Oz. The militants killed or took hostage nearly a quarter of Nir Oz’s residents. They also took control of Sderot’s police station.

Tel Aviv Deputy Mayor Chen Arieli spoke at the mission’s closing party that took place at the Sheraton Grand, a hotel that overlooks Tel Aviv’s beachfront, on June 12.
Rouse and other mission participants planned to stay in Tel Aviv for the Pride parade, which was scheduled to take place the following day. He and Gordie Nathan, another mission participant who lives in Palm Springs, Calif., had checked into a nearby hotel that was less expensive.
“We said our farewells,” recalled Rouse when he spoke with the Washington Blade in D.C. on June 24. “We went to our hotels, and we get the warning, and then all hell broke loose.”
Israel early on June 13 launched airstrikes against Iran that targeted the country’s nuclear and military facilities.
Rouse said mission organizers told him and other participants who remained in Tel Aviv to meet at the Sheraton Grand for breakfast and dinner — Israel’s airspace was closed in anticipation of an Iranian counterattack, and authorities cancelled the Pride parade.
He said he went to bomb shelters at least twice a night for three nights.
Israel’s Home Front Command during the war typically issued warnings about 10 minutes ahead of an anticipated Iranian missile attack. Sirens then sounded 90 seconds before an expected strike.
Rouse and Nathan walked to the Sheraton Grand on June 13 when the Home Front Command issued a 10-minute warning. They reached the hotel in a couple of minutes, and staff directed them to the bomb shelter.
“You know to walk slowly, everything’s fine,” recalled Rouse. “You get 10 minutes, so everything was fine when the alarm goes off.”
Rouse described the Sheraton Grand shelter as “well lit” with WiFi, a television, and air conditioning. He was watching an Israeli television station’s live coverage of the Iranian missile attack when he saw one hit an apartment building in the Tel Aviv suburb of Ramat Gan.
A 74-year-old woman died and her boyfriend was seriously injured.
“I go over to look at the TV, just to watch,” recalled Rouse. “All of a sudden, you watch, and you see one bomb go and land and explode in Tel Aviv on TV. It landed and blew up.”
“I was like, okay, this is real, and so that was scary,” he added.
Rouse said the bomb shelter in the hotel where he and Nathan were staying after the mission ended was far less comfortable.
“It was dark. It was humid. It was hot. It was very uncomfortable,” said Rouse. “You really felt alone.”

Rouse and nearly everyone else on the mission who were in Tel Aviv when the war began left Israel on June 15. They boarded buses that took them to the Jordanian capital of Amman, which is a roughly 2 1/2-hour drive from Tel Aviv through the West Bank.
Rouse described the trip as “like a field trip” until they drove across the Jordan River and arrived at the Jordanian border crossing.
“You walk into this room, and instead of being in a well air-conditioned airport, you’re in this hot, humid, small place in the middle of the desert, packed with people, and those big, large, loud fans and pictures of military people on the walls,” he said. “It was almost like a Casablanca kind of feeling.”
Rouse said Jordanian authorities brought mission participants through customs in groups of 10. A Jewish Federations of North America liaison from Amman who previously worked as a tour guide for A Wider Bridge — a group that “advocates for justice, counters LGBTQphobia, and fights antisemitism and other forms of hatred” — went “behind closed doors” to ensure everyone was able to enter the country.
“It took a really long time,” Rouse told the Blade.

Mission participants arrived in Amman a short time later. They checked into their hotel and then had dinner at a restaurant.
“Now we feel like we’re safe and we’re in Amman,” recalled Rouse. “We’re sitting outside having a beautiful dinner.”
Iranian missiles passed over Amman shortly after Rouse and the other mission participants had begun to eat their dessert. They went inside the restaurant, and waited a few minutes before they boarded busses that brought them back to their hotel.
“No one was openly freaking out, which I was surprised by,” said Rouse.
The group was scheduled to fly from Amman to Cairo at 11 p.m. local time (4 p.m. ET) on June 16. They visited Jerash, an ancient city north of Amman, before their flight left Jordan.
“[The Jerash trip] actually took our minds off of everything,” said Rouse.
A Jewish Federations of North America contact met Rouse and the other mission participants at Cairo’s airport once their flight landed. Rouse arrived at JFK Airport in New York on June 17.
Trump-announced ceasefire ended 12-day war
President Donald Trump on June 23 announced a ceasefire that ended the 12-day war.
The U.S. three days earlier launched airstrikes that struck three Iranian nuclear sites. The ceasefire took effect hours after Iran launched missiles at a U.S. military base in Qatar.
Iran said the war killed more than 900 people in the country.
The Associated Press notes Iranian missiles killed 28 people in Israel. One of them destroyed Tel Aviv’s last gay bar on June 16.
The war took place less than two years after Oct. 7.
The Israeli government says Hamas militants on Oct. 7, 2023, killed roughly 1,200 people on that day when it launched its surprise attack on the country. The militants also kidnapped more than 200 people.
The Hamas-controlled Gaza Health Ministry says Israeli forces have killed nearly 55,000 people in the enclave since Oct. 7. Karim Khan, the International Criminal Court’s chief prosecutor, has said Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu and former Hamas leader Yahya Sinwar, who the IDF killed last October, are among those who have committed war crimes and crimes against humanity in Gaza and Israel.

Rouse upon his return to the U.S. said he “was never as aware of the comfort of another human being than I was during that time.” Rouse affectionately called Nathan his “bomb shelter boyfriend” and even questioned the way he reacted to the missile alerts.
“He’s sitting on the edge of the bed and he goes, okay, I’m going to put on my socks and my shoes, and I say, really? You’re going to put on your socks,” Rouse told the Blade. “The fact that I was nervous, that putting on socks might have changed the direction of our lives, to me was like I can’t believe I said that to him.”
Rouse quickly added Nathan helped him remain calm.
“If I was by myself, those nights would have been long enough,” said Rouse. “It’s a totally different feeling to be with another human that you know than to be by yourself.”

Rouse also praised the Jewish Federations of North America.
“JFNA really sprung into action and started to figure out all options to get us all safely home,” said Rouse. “It was all about logistics. Staff worked around the clock identifying and then mobilizing to get us back to the states. It was a great team effort and I know I speak for everyone in expressing our deep appreciation for their dedication to getting us safely home.”
Congress
Congress passes ‘Big, Beautiful Bill’ with massive cuts to health insurance coverage
Roughly 1.8 million LGBTQ Americans rely on Medicaid

The “Big, Beautiful Bill” heads to President Donald Trump’s desk following the vote by the Republican majority in the U.S. House of Representatives Thursday, which saw two nays from GOP members and unified opposition from the entire Democratic caucus.
To partially offset the cost of tax breaks that disproportionately favor the wealthy, the bill contains massive cuts to Medicaid and social safety net programs like food assistance for the poor while adding a projected $3.3 billion to the deficit.
Policy wise, the signature legislation of Trump’s second term rolls back clean energy tax credits passed under the Biden-Harris administration while beefing up funding for defense and border security.
Roughly 13 percent of LGBTQ adults in the U.S., about 1.8 million people, rely on Medicaid as their primary health insurer, compared to seven percent of non-LGBTQ adults, according to the UCLA School of Law’s Williams Institute think tank on sexual orientation and gender identities.
In total, the Congressional Budget Office estimates the cuts will cause more than 10 million Americans to lose their coverage under Medicaid and anywhere from three to five million to lose their care under Affordable Care Act marketplace plans.
A number of Republicans in the House and Senate opposed the bill reasoning that they might face political consequences for taking away access to healthcare for, particularly, low-income Americans who rely on Medicaid. Poorer voters flocked to Trump in last year’s presidential election, exit polls show.
A provision that would have blocked the use of federal funds to reimburse medical care for transgender youth was blocked by the Senate Parliamentarian and ultimately struck from the legislation — reportedly after the first trans member of Congress, U.S. Rep. Sarah McBride (D-Del.) and the first lesbian U.S. senator, Tammy Baldwin (D-Wis.), shored up unified opposition to the proposal among Congressional Democrats.
U.S. Supreme Court
Supreme Court to consider bans on trans athletes in school sports
27 states have passed laws limiting participation in athletics programs

The U.S. Supreme Court on Thursday agreed to hear two cases involving transgender youth challenging bans prohibiting them from participating in school sports.
In Little v. Hecox, plaintiffs represented by the ACLU, Legal Voice, and the law firm Cooley are challenging Idaho’s 2020 ban, which requires sex testing to adjudicate questions of an athlete’s eligibility.
The 9th U.S. Circuit Court of Appeals described the process in a 2023 decision halting the policy’s enforcement pending an outcome in the litigation. The “sex dispute verification process, whereby any individual can ‘dispute’ the sex of any female student athlete in the state of Idaho,” the court wrote, would “require her to undergo intrusive medical procedures to verify her sex, including gynecological exams.”
In West Virginia v. B.P.J., Lambda Legal, the ACLU, the ACLU of West Virginia, and Cooley are representing a trans middle school student challenging the Mountain State’s 2021 ban on trans athletes.
The plaintiff was participating in cross country when the law was passed, taking puberty blockers that would have significantly reduced the chances that she could have a physiological advantage over cisgender peers.
“Like any other educational program, school athletic programs should be accessible for everyone regardless of their sex or transgender status,” said Joshua Block, senior counsel for the ACLU’s LGBTQ and HIV Project. “Trans kids play sports for the same reasons their peers do — to learn perseverance, dedication, teamwork, and to simply have fun with their friends,” Block said.
He added, “Categorically excluding kids from school sports just because they are transgender will only make our schools less safe and more hurtful places for all youth. We believe the lower courts were right to block these discriminatory laws, and we will continue to defend the freedom of all kids to play.”
“Our client just wants to play sports with her friends and peers,” said Lambda Legal Senior Counsel Tara Borelli. “Everyone understands the value of participating in team athletics, for fitness, leadership, socialization, and myriad other benefits.”
Borelli continued, “The U.S. Court of Appeals for the Fourth Circuit last April issued a thoughtful and thorough ruling allowing B.P.J. to continue participating in track events. That well-reasoned decision should stand the test of time, and we stand ready to defend it.”
Shortly after taking control of both legislative chambers, Republican members of Congress tried — unsuccessfully — to pass a national ban like those now enforced in 27 states since 2020.